Los inicios de la década del 30, a pesar de la crisis económica que pasaba el mundo a raíz de la Gran Depresión, fue una época de bonanza para Hispano-Suiza, fábrica franco-española de autos de lujo.

Era la única marca del planeta que podía compararse con la Rolls Royce, y tenía entre sus clientes a los reyes de España, Suecia, Rumania, Egipto, Afganistán, el príncipe de Mónaco y el Sha de Persia, así como grandes empresarios y celebridades.

Para satisfacer tan exquisita demanda se presentó en el Salón del Automóvil de París de 1931 el J12, una maravilla mecánica que contemplaba gran poder y lujo exagerado. Tenía un motor V12 de 9425 cc y 24 válvulas, que entregaba una potencia de 220 HP a 3500 rpm y podía alcanzar una velocidad máxima de 150 km/h.

Se construyeron 120 unidades a un precio que superaba los 10 mil dólares de la época (una barbaridad para aquel tiempo). Su producción terminó en 1938 convirtiéndose desde entonces en una valiosa pieza de colección valorada en millones de dólares.